Son maestros, los acusaron de abuso sexual en la escuela y fueron a la cárcel, pero eran inocentes
A principios de este año, en la revista de Políticas Sociales de la Universidad de Moreno, Gabriela Scarfó y Marina Visintín, entre otras investigadoras, presentaron un trabajo sobre los docentes de jardín de infantes acusados falsamente de abuso.
Allí, bajo el título «Panorama de la judicialización de las relaciones escolares», las especialistas plantearon que esta situación se originó «en el año 2000», creció «significativamente» a partir de 2013 y luego se volvió algo «constante».
En los tres últimos años, desde abril de 2021 a septiembre de 2024 se registraron cerca de 200 denuncias de abuso escolar, si se toma en cuenta sólo las que se hicieron públicas.
“El 90 por ciento de las denuncias por abuso sexual en establecimientos educativos son falsas o erróneas», explicó el abogado Sebastián Chouela, que defendió a Darío Castelo, profesor de música absuelto en 2023, después de haber sido acusado en 2021 de abusar de cuatro nenas del jardín de infantes San José del Instituto Don Orione, de San Fernando.
El caso más reciente es el de Juan Trigatti, el docente de Educación Física que fue absuelto el jueves 3 de octubre: en 2021 lo habían acusado de abusar de cinco alumnas en el jardín de infantes del colegio Ceferino Namuncurá, en Santa Fe.
Cuando escuchó el fallo del Tribunal, Trigatti se tapó la cara con las manos y contuvo el llanto. Durante el tiempo que duró el proceso, había estado ocho meses detenido, le hicieron escraches, le quemaron la casa y le mataron a sus mascotas.
¿Por qué ocurre? ¿Qué consecuencias provocan en la salud mental de los docentes las falsas acusaciones? ¿Cómo sigue la vida de los profesores absueltos después de haber tenido que dejar de lado su vocación?
Juan Martín Rosso
El 2 de julio de 2019, el profesor de teatro Juan Martín Rosso fue acusado de abuso sexual contra un nene de cuatro años del jardín de Infantes 901 de Tandil. Caratulada como “Abuso sexual gravemente ultrajante”, la causa llegó a juicio casi tres años después, en junio de 2022. Al no encontrar pruebas que confirmaran el hecho que se le había imputado (que le había tocado la cola al chico en un baño), el tribunal integrado por los jueces Carlos Pocorena, José Alberto Moragas y Virginia Giombini determinó por unanimidad la absolución del docente y ordenó su libertad.
Juan Rosso, profesor de teatro.
Desde octubre de 2019, Rosso había estado detenido dos meses en una comisaría de Benito Juárez, en la provincia de Buenos Aires, un año en la Unidad 37 de Barker, a unos 60 kilómetros de Tandil, y otro año en su casa, con prisión domiciliaria.
«En la cárcel de Barker, donde fui trasladado el 6 de enero de 2020, me alojaron en el Pabellón 14, un sector especial donde hay policías y otros presos con causas horribles como la que me atribuyeron a mí», cuenta hoy Rosso, de 33 años. «Compartía mi celda con otro preso y con una persona que se encarga de organizar el pabellón, ‘el limpieza’. Como todos sabían que yo era un ‘perejil’, trataban de cuidar mi integridad…».
-¿Cómo sabían que eras un «perejil»?
-Se daban cuenta sólo con escucharme… Enseguida comprendían que la mía era una causa inventada, que estaba todo tirado de los pelos. Y sí, era la primera vez que trabajaba en un jardín de infantes, y estuve sólo dos clases, seis horas por reloj, y el nene involucrado había ido sólo uno de esos días…
En la primera instancia de investigación, según Rosso, el fiscal José Ignacio Calonje y la jueza Stella Maris Aracil no investigaron como correspondía: no escucharon a los testigos, como la maestra de la sala, y ni siquiera fueron al jardín a ver cómo eran las instalaciones. «Tampoco les prestaron atención a las tres pericias médicas que le hicieron al chico y decían que no había pasado nada», sostiene.
-¿Volviste a dar clases?
-Sí, pero con alumnos más grandes, de 16 y 17 años, en un colegio secundario, y en la Facultad de Arte de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires.
Con su experiencia, Rosso armó una obra de teatro, Escuela bajo sospecha, que se estrenó en septiembre de 2023 en el teatro La Fábrica de su ciudad. «Me sirve para canalizar lo que me pasó, para transformar mi bronca en algo positivo… Es un biodrama unipersonal y ya hicimos unas 20 funciones: recorrimos diferentes ciudades de la zona y estamos por ir a La Plata. Además, escribí un libro, El libro de la celda. Ahí también hice catarsis y reflexiono sobre lo que viví…», agrega Rosso, que se crió en Necochea, no está en pareja y no tiene hijos.
«Mis padres, mis dos hermanos, mis amigos y los docentes siempre creyeron en mí», avanza Rosso. «Y eso me dio templanza para transitar los años de detención, aunque hubo momentos críticos, por supuesto… Mi hermana Malena, que estudia Comunicación, se encargó de defenderme en las redes sociales, que estaban llenas de haters…».
-Se dijo que los padres que hicieron la denuncia habían sido abusados.
-Sí. Y también se supo que era una familia con problemas, en la que el padre le pegaba a la madre, con peleas frecuentes. A esos padres no les importó generarle un daño a la criatura con esta situación. En general, hay muchas denuncias de abuso. Sabemos que el abuso sucede y que es, casi siempre, intrafamiliar. Yo integro un grupo de Whatsapp que está repleto de docentes acusados falsamente, y con el tiempo, la mayoría son absueltos.
Fernando Melo Pacheco
En octubre de 2002, a Fernando Melo Pacheco, profesor de Educación física, lo denunciaron por 21 casos de supuesto abuso sexual contra sus alumnos de 4 y 5 años del jardín de infantes del Colegio Nuestra Señora del Camino, de Mar del Plata, que depende del Obispado local.
Fernando Melo Pacheco, agredido en la cabeza en una de sus visitas a Tribunales.
El caso tomó repercusión mediática a partir de lo que habrían dicho dos nenes: «El docente nos ponía en la cola algo colorado y blandito». Finalmente, lo «coloradito» eran bastones flexibles de goma eva que el profesor utilizaba para jugar al juego de «la cola del Zorro».
No menos angustiado que Rosso, Melo Pacheco estuvo preso dos meses en la cárcel de Batán y tres años y medio en su casa, con prisión domiciliaria. En 2006 lo absolvieron con un fallo unánime. «Está presente la posibilidad de que los niños puedan mentir», argumentó el juez José Martinelli.
La clave del debate fue el trabajo de los peritos. Dos de ellos terminaron procesados. Los jueces fueron muy críticos de la psicóloga Ana María Birades, que atendió a 18 de las supuestas víctimas. Dijeron que había tenido impericia, falta de idoneidad, postura «egocéntrica y mesiánica» y, según Viñas, «divismo y soberbia».
Deleonardis planteó que los relatos de los chicos pudieron tener «contaminación psíquica» por inducción de una profesional «incapaz y desbordada». Del grupo de padres que habían acusado al profesor, una madre terminó procesada por «falso testimonio» por encubrir a su marido, ya que su hija les contaba a las psicólogas que su papá era el abusador y no el profesor.
Al mismo tiempo, otro padre quedó sospechado de transmitirle la bacteria chlamydia trachomatis a su hija por vía sexual. Y un tercero fue condenado a 12 años de prisión por violar a su hijastra.
En una entrevista con el diario La Capital, Melo Pacheco señaló: «De una acusación como ésta no se vuelve más». Y profundizó: «Hay un accionar que merece un estudio, no sé, tal vez sociológico, que explique cómo prenden los casos de abuso en los colegios. La gente ‘compra’ enseguida lo que se dice. Frente a un rumor, o lo que dice el padre que supuestamente dijo el hijo, se arma una psicosis generalizada. Ante la duda, yo también me preocuparía, pero con el primero que iría a hablar sería con el director de la escuela, el vice director, con las maestras. Si ellos me dicen ‘acá no pasó nada’, se terminó el tema».
Y concluyó: «En mi caso hubo padres que fueron víctimas de la psicosis colectiva, pero también hubo otros vivos que tuvieron mala intención y siguieron adelante por un interés económico».
Melo Pacheco, que hoy tiene 58 años, trabaja a la mañana como empleado administrativo del Consejo Escolar de Mar del Plata, y a la tarde, después de un proceso que le llevó varios años, logró volver a dar clases en una escuela. Clarín intentó hablar con el docente, pero él se excusó con amabilidad: dijo que le costó mucho estar otra vez en el aula y no quiere generar ninguna «reacción negativa».
Un estigma
Psicoanalista, Jorge Catelli es profesor e investigador de la UBA, y miembro titular en Función Didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Según el especialista, el impacto en la salud mental de los docentes acusados falsamente de abusos puede ser grave. «Deja heridas muy difíciles de reparar en sus historias personales, en sus trayectorias como profesionales y en sus subjetividades», dice. «Estas denuncias se transforman en un estigma, en una sospecha legitimada por haber sido hechas ante un tercero de lo social, es decir, la ley. Aunque sea una mentira, el daño a la subjetividad se termina logrando».
En este contexto, hay docentes que se deprimen y hasta llegan al suicidio, como fue el caso de Facundo Díaz, un profesor de música de un jardín de infantes de Río Gallegos que en 2019 se quitó la vida a los 23 años tras haber sido denunciado por un supuesto caso de abuso contra uno de sus alumnos: días después de su muerte se comprobó que era inocente.
El 14 de septiembre de este año, su madre, Graciela Riquelme, presentó en la Cámara de Diputados de Santa Cruz un proyecto de ley (la «Ley Facu») para que «se active un protocolo de acompañamiento legal y afectivo, por fuera del Estado y de los gremios docentes, para aquellos maestros a los que se les inicie cualquier tipo de sumario administrativo». Si se aprueba, la idea es que se replique a nivel nacional.
¿Se puede decir que las denuncias falsas les generan un trauma a los docentes involucrados? «Eso depende de las características de cada sujeto», sigue el psicoanalista Catelli. «Una misma situación dolorosa o una misma denuncia, aun siendo falsa, difiere en sus efectos de acuerdo con la paleta de recursos psíquicos con que esa persona cuente para llevar adelante las elaboraciones correspondientes. Lo que en algún sujeto puede ser traumático en otro no lo es. Un ejemplo claro de esto se dio en la pandemia, donde hubo gente que tuvo secuelas y otra que no».
-¿El trauma que les queda a los docentes se puede resolver con algún tratamiento específico?
-Desde su origen, el tratamiento psicoanalítico se especializa en el trabajo sobre las situaciones traumáticas que atraviesan los sujetos. Pero también hay que considerar los elementos previos a la situación dolorosa.
-¿Por qué algunos de los docentes no pueden volver a dar clases?
-Esa sería una situación sintomática, un tipo de respuesta al trauma, en el que el ambiente cotidiano se convierte en un ambiente siniestro, donde lo familiar se transforma en ajeno. Como respuesta fóbica ante la agresión de ese medio ambiente, una posible salida es la huida.
Alejandro Bausano
«Es altamente improbable que hayan ocurrido los hechos como fueron relatados por las dos niñas», afirmó el fiscal Alejandro Alagia, y la Justicia absolvió a Alejandro Bausano, profesor de Educación física que había sido acusado de abuso sexual de dos chicas de cuatro años, en el jardín de infantes de la Escuela N° 9 de Pompeya, en CABA. Era el 29 de mayo de 2007.
Carteles en contra del docente Pablo Rivelli, en la escuela Medalla Milagrosa.
Tres años antes, en septiembre de 2004, una de las nenas había sido internada por gonorrea, una enfermedad que se contagia por transmisión sexual aunque también puede darse por un contacto íntimo no sexual, y a partir de ese momento los padres empezaron a dudar.
Entonces, la chica les contó a sus padres que había sido «tocada» por el encargado de una calesita, cuando había ido a una excursión junto con otros compañeros y docentes. Al mismo tiempo, varios padres y profesores que habían ido al paseo desmintieron esa versión, ya que los alumnos habían sido supervisados por ellos todo el tiempo. Luego, la menor culpó al profesor Bausano de haberla «tocado» en el patio y el baño de la escuela. Cuando el caso llegó a los medios de comunicación, otra alumna del mismo colegio relató que también había sido víctima del docente.
Pero en el juicio, varios padres y docentes del colegio sostuvieron que esa versión era improbable debido a que las clases de gimnasia siempre se hicieron con la presencia de alguna docente, «porque el profesor no puede entrar al baño con los chicos».
Además, el patio de la escuela está a la vista de siete aulas, una dirección, una vice dirección, la secretaría, la cocina y el baño, según señalaron los docentes. Durante el juicio, Bausano se quebró y relató los maltratos que sufrió en la cárcel el tiempo que permaneció con prisión preventiva.
Pablo Rivelli
También en CABA, pero en este caso en Parque Chacabuco, Pablo Rivelli, profesor de Educación física, fue acusado en agosto de 2014 por 25 casos de supuesto abuso sexual en el colegio Medalla Milagrosa. Hubo manifestaciones, cortes de calles, pancartas… Los padres denunciantes sostenían que el docente le había metido el dedo en la cola a un chico y llevaba a otros al baño, donde se cometían los abusos. Rivelli fue absuelto el 22 de septiembre de 2019.
Marcha docente en defensa de Lucas Puig, en La Plata.
Con despliegue mediático
En el mismo trabajo presentado en la revista de Políticas Sociales de la Universidad de Moreno, también se destacó que, en un año y medio, de abril de 2021 a septiembre de 2022, 60 de las denuncias de abuso contra docentes de jardines de infantes fueron desarrolladas en los medios de comunicación, ya sea en la TV, la radio o los diarios.
¿Qué lleva a los padres a hacer estas imputaciones?
Autora del libro Vaivenes de la ternura, Liliana Maltz es licenciada en Ciencias de la Educación y psicóloga social y, además, investiga y capacita en temas relacionados con la Educación Sexual Integral (ESI).
Según ella, las falsas denuncias de abuso a los docentes de jardín se dan porque se trata de una época en la que predomina la desconfianza hacia los demás y, sobre todo, hacia la escuela. «Los docentes ocupan un lugar distinto al que ocupaban antes, cuando eran mucho más valorados”, señala Maltz.
«Con su espectacularidad, además, algunos medios generan una fuerte paranoia entre las familias. Y por si fuera poco, los grupos de Whatsapp de padres y madres del jardín no dejan lugar para la duda… Ahí no llega el concepto de “le pregunté a mi hija y no supo qué decirme”, sino que, directamente, se dice “le pregunté a mi hija y me respondió que el docente había abusado”. Ese mensaje se replica rápidamente, en cadena. Y esto tiene sus consecuencias…».
❗ASÍ FUE EL MOMENTO DE LA ABSOLUCIÓN DE JUAN TRIGATTI EN EL CASO POR ABUSO EN EL CEFERINO NAMUNCURÁ
👉El Tribunal decidió por unanimidad absolver este jueves al profesor de educación física en el caso que investigaba un presunto abuso en el Ceferino Namuncurá.
📽️@SantiSottopic.twitter.com/wuvFZIpbjE
— Sol Play 91.5 (@SolPlay915)October 3, 2024
Al decir de Maltz, esta situación provoca que los docentes sientan pánico de expresar afecto en el aula. «Ahora, los profes dicen: ‘Yo no toco a los chicos por nada del mundo, no los abrazo, no les hago upa, no me atrevo a cambiarlos y los dejo sucios hasta que los vengan a buscar’. Y es lógico, si todo puede ser considerado abuso».
A la especialista le parece muy grave el panorama. «Si tuviera un hijo con ganas de ser docente en el nivel inicial, le diría que lo pensara dos veces. Es que hay una fuerte tendencia a lo protocolar, a que todo se vaya deshumanizando. Y las relaciones escolares se judicializan. Se puede caer un chico al piso y, antes de atenderlo, el docente va a querer dejar todo por escrito en un acta para resguardarse de una posible denuncia», señala.
Nora Baca fue maestra, vicedirectora y directora de varios jardines de infantes municipales. Se jubiló en 2010, a los 50 años, en el 918 de La Plata. “Uno de los motivos por los cuales me jubilé fue que de un tiempo a esta parte se deposita en los jardines la violencia que se vive afuera. El jardín es un espacio de resonancia. Es como si los docentes del nivel inicial fueran los primeros representantes del Estado. Entonces, si hay enojo social, si se vive con angustia porque todos los días aumenta el precio del pan, las quejas de los padres se canalizan en la escuela con los docentes”.
Abogado, Manuel Garrido es el titular de la asociación Innocence Project Argentina, un organismo internacional que trabaja aportando pruebas para ayudar a personas acusadas injustamente. Según él, «se están viendo muchos casos de histeria colectiva en los que los padres se convencen de que sus hijos han sido abusados por docentes, generalmente especiales. Esto se condimenta con jueces presionados por la opinión pública y temerosos de cuestionar las acusaciones, pese a que los hechos denunciados son absurdos o desmentidos por todos los docentes de la escuela, cuyos testimonios no son tenidos en cuenta por presunta amistad con las personas acusadas».
Garrido también aporta que el de los docentes acusados falsamente no es un fenómeno argentino sino internacional. «Hay cientos de casos similares en todo el mundo», dice. Y agrega: «Muchas veces, incluso, hubo condenas que luego fueron revocadas al demostrarse los errores cometidos. En la Argentina, esta situación pudo haberse agravado por el deterioro del tejido social y la caída del nivel cultural por el empobrecimiento generalizado. Hasta ahora, además, los gremios docentes no han reaccionado eficazmente y sería deseable que se tomaran precauciones para salvaguardar a los trabajadores de las escuelas».
Marcelino Monchietti
«Mi vida quedó aniquilada», dijo Marcelino Monchietti el 6 de julio de 2021, tras ser absuelto. Seis años antes, el 30 de agosto de 2015, el docente de música había sido acusado por los padres de 25 niños de dos jardines de infantes de Río Grande, Tierra del Fuego, por supuestos abusos sexuales.
«Me convertí en un fantasma dentro de la ciudad, porque transito y hago mis cosas en el horario en el que no me cruzo a nadie», agregó el docente.
Para superar su angustia, Monchietti fue asistido por especialistas: «Como me dijo el psiquiatra la primera vez que me vio: ‘Lo que a vos te pasó no tiene cura y tenés que aprender a vivir con eso’. En eso estamos», afirmó.
Analía Scwhartz
La que comparte ese proceso es Analía Schwartz, docente de música que el 7 de septiembre de 2013 fue denunciada por diez casos de abuso sexual contra chicos de 3 a 5 años del jardín de infantes del colegio San Antonio María Gianelli, de Mar del Plata, y fue absuelta el 24 de abril de este año.
«¿Quién me asegura que los padres denunciantes no me van a volver a escrachar?», pregunta Analía. «No me gustaría poner en riesgo a otros docentes y a los alumnos. Además, siempre está la posibilidad de que aparezca alguien y le diga a una madre: ‘tomá, te damos 2.000 dólares si denunciás a esta docente'».
Analía Schwartz, profesora de música.
Para poder sobrevivir hizo cursos de community manager, protocolo y ceremonial, costura… «Estuve por todos lados tratando de encontrar una nueva vocación. Limpié casas… Y ahora me dedico al cuidado gerontológico. La alegría que antes les daba a mis alumnos ahora se la doy a los adultos», cuenta.
A Schwartz se la acusaba de sacarse la ropa frente a sus alumnos, que los alumnos le pasaban dulce de leche por los pechos, que tapaba a sus alumnos con una manta y los inducía a que se hicieran sexo oral entre ellos… «¿Cómo se puede ser tan macabro?», avanza la docente.
«Aulas vidriadas, docentes acompañantes, puertas abiertas, 30 minutos de clase, ¿de dónde salieron esos increíbles relatos? ¿Cuál era la fantasía que llevaba a decir cosas que rondaban la ciencia ficción?».
El 16 de mayo de 2017, la Justicia la absolvió también de forma unánime. Sin embargo, los padres denunciantes apelaron la medida y lograron que la Cámara de Casación Penal y la Suprema Corte de la Provincia anularan la sentencia. En 2022 se hizo un nuevo juicio. El 6 de enero de 2023, el TOC N° 2 de Mar del Plata la condenó a diez años de prisión por uno de los casos de abuso sexual.
«En las Cámaras Gesell, los peritos inducían a los chicos… Les decían: ‘¿Vos no me tenías que contar algo?’, les preguntaban. Y entonces los chicos respondían: ‘Ah, sí, la señorita me metía un autito’… Todo muy obvio», sigue.
Aunque la habían condenado, el Tribunal determinó que Schwartz no fuera presa mientras se esperaba que el fallo quedara firme. Finalmente, en abril de este año, la Cámara de Casación Penal decidió absolverla.
«Antes de atravesar esta situación yo creía que lo peor que te podía pasar en la vida era que te acusaran de un asesinato que no habías cometido. Pero no, esto es peor», asegura.
-¿Por qué?
-Si te acusan de haber asesinado a alguien, la gente te ve por la calle y a lo sumo cruza de vereda, por miedo. Acá, en cambio, si te ven te quieren pegar. Además, no hay nada peor a que te denuncien por tu vocación, por hacer lo que amás, que en mi caso es ser profesora de música…
Pese al dolor que le provocó este drama, Schwartz no se desanima: «Esto puede empezar a cambiar si se condena por falso testimonio a alguno de los padres que denuncian a los docentes», plantea.
«Lo pensarían dos veces antes de hacer una falsa denuncia. Y la Justicia tendría que investigar correctamente. Se denuncia a los docentes cuando hay problemas en las familias, mujeres golpeadas por sus maridos, maridos internados por adicciones… ¿Yo soy la responsable de que el chico se haga pis y caca cuando su papá es adicto y violento? Claro, también hay mafia de peritos, de psicólogas que ayudan a acomodar los relatos, de abogados buitres…».
-¿Cuánto dinero se pide como resarcimiento económico?
-Mucho. Lucas Puig, profesor de música condenado en su momento a 35 años de prisión, murió este año, enfermo. Por daños y perjuicios, los padres de los dos chicos que lo habían denunciado por abuso pedían 230 millones de pesos en el caso del varón y 320 millones en el caso de la nena. Los padres fueron contra el docente, contra el colegio San Benjamín de La Plata y contra el Arzobispado… Muchos de estos casos se dan en colegios católicos porque se cree que la Iglesia tiene fondos para cubrir las indemnizaciones.
Schwartz tiene dos hijos, Uciel, de 26 años, y Paula, de 20. Se separó de su marido en 2019. «Para que nos aisláramos de lo que yo estaba viviendo, mi marido me pidió que nos fuéramos al campo, sin TV, sin Internet… Pero yo le dije que no, que me quería quedar en la ciudad para apoyar a los compañeros que están pasando por esto. Cuando hay falsas denuncias, el único que te entiende es el que sufrió lo mismo que vos», dice.
«Los abusos sexuales contra niños son delitos aberrantes que deben ser condenados con todo el peso de la ley. Pero para eso deben estar garantizadas todas las herramientas del debido proceso, que permitan conocer la realidad de cada caso y llegar a la verdad».